Posted on 15/08/2013
by Javier Jiménez Espriú
La iniciativa de reforma energética presentada por el Ejecutivo debía, según la fuente inspiradora de la misma, llamarse Iniciativa de ley Lázaro Cárdenas del Río. Resulta, para sorpresa de todos, que el general Cárdenas, así de visionario, dejó marcadas en su sagradas escrituras las líneas modernizadoras de la industria petrolera de México, para que un día un mesías sexenal, interpretando adecuadamente el pensamiento nacionalista del viejo presidente salvara a la industria y a la patria en beneficio de los mexicanos.
Si eso nos hubieran dicho desde el principio, si no nos hubieran acusado de dogmáticos y de falso nacionalismo cuando invocábamos la figura del señor general y la gesta soberana de 1938, que llamaban tabús con los que había que acabar para romper las amarras con un pasado ya pasado; si nos hubieran advertido que eran, ni más ni menos, la letra y el espíritu de la expropiación petrolera lo que guiaba los propósitos del gobierno para su reforma energética y que lo que se preparaba era tan sólo la forma de hacer válidos los postulados de soberanía y dignidad que acompañaron la expropiación, ante las amenazas de quienes quieren apoderarse de nuestro petróleo, jamás hubiéramos pensado que de lo que se trataba era de entregar el petróleo de México a los ricos de aquí y de allá y seguramente la hubiéramos apoyado a ojos cerrados.
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