Cuando se llega al momento en que se recibe un reconocimiento de la importancia del que hoy me otorgan mis colegas de profesión, al concederme el grado de Miembro de Honor de la Academia Mexicana de Ingeniería, se adquieren al mismo tiempo, según yo, una nueva responsabilidad y un derecho.
La responsabilidad consiste en actuar siempre a la altura del honor que se recibe y el derecho lo entiendo, como una licencia que el gremio otorga a uno de los suyos, para decir en todo momento, sin cortapisa alguna, todo cuanto dictan la experiencia, el conocimiento y la razón, pero también la emoción, el amor y las pasiones; las tristezas y las alegrías profesionales; las ilusiones, los éxitos y las frustraciones.