Estamos en la víspera de la consumación de un acontecimiento de la más lamentable notoriedad: la privatización del PRI.
El PRI, reúne a sus Consejeros, a quienes no pide consejo alguno sino los instruye para que voten, sin chistar, sin entrar a “discusiones estériles”, como las califica el Secretario de Gobernación, lo que se les proponga, independientemente de lo que esto sea, para satisfacer de la manera más vergonzosa, más humillante, más sumisa, más ignominiosa, el mandato que los administradores del país reciben de sus dueños: los organismos internacionales.