Compañeras y compañeros constituyentes, ayer luego de hacer uso de esta tribuna, tuve una de las grandes experiencias de mi vida al proponer para la ciudad de México la ampliación del espectro de la libertad que sentí aceptada pero que fue votada en contra luego de una extraña maniobra parlamentaria.
Independientemente de ese resultado, por mi edad y por mi biografía, yo he decidido arrogarme como propia lo que proponía para todos, el más amplio derecho para decir todo cuanto siento, sin límites ni cortapisas. Y por lo demás, me he restringido en la vida sólo en contadas ocasiones, por alguna actitud de prudencia que me ha dictado mi propia conciencia, porque al igual que el Adriano de Margarita Yoursenar, he buscado la libertad más que el poder, y el poder tan sólo porque en parte favorecía a la libertad.
Hoy presento varias reservas, agradeciendo desde ahora que los grupos parlamentarios se pongan de acuerdo antes de votarlas, para evitar otra escena tan lamentable como la de ayer.
He entendido que para muchos la disciplina de partidos supedita en el voto la libertad personal de manifestación y de conciencia y la defensa, en este caso, de los intereses de la ciudad.
Procedo a presentarla. Es una reserva muy sencilla. En el artículo 13, inciso a), numeral 9, dice lo siguiente el dictamen: “Las personas adultas tendrán derecho a servicios de alfabetización, educación primaria y secundaria, así como oportunidades de formación para el trabajo a lo largo de la vida, con las particularidades adecuadas que requieran”.
Mi propuesta es que se modifique para que diga: “Las personas adultas tendrán derecho a servicios de alfabetización, educación en todos los niveles, así como oportunidades de formación para el trabajo con las particularidades adecuadas que requieran”. Creo que se trata de una propuesta sencilla, de elemental justicia y de muy claro sentido común.
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