Ciencia y tecnología en la Ciudad de México

Antes de entrar en materia quiero decirles que hace un momento, cuando se habló de lo que se acaba de aprobar, se dijo que se había incluido la aportación del diputado Alejandro Jiménez Espíritu en el apartado C correspondiente.

No me ofende de ninguna manera que me digan Alejandro, nada más eso faltaba. No me ofende tampoco que me apelliden Espíritu; me sobra, aunque no es la primera vez que me lo dicen. En lo que no estoy de acuerdo es en que se diga que yo hice una aportación que se incluyó. Bueno, se incluyó un punto de cuatro que había presentado. Esto es como si yo hubiese, cuando me casé, haberle ido a pedir a mis suegros la mano de mi mujer y me lo hubieran concedido, pero se hubieran quedado con el resto del cuerpo.

Entonces con este motivo me permito presentar lo que había yo agregado a lo que se aceptó, y que ha quedado ya como punto uno del apartado C del artículo de referencia. Y propongo, porque yo pienso que en la era de las comunicaciones, de las tecnologías de la información, de las ciudades inteligentes la autodeterminación científica y tecnológica es un asunto de supervivencia. De no logarla seguiremos exportando los frutos del subdesarrollo e importando con la ineficiencia de la ignorancia, todo lo que nos vendan útil o no, bueno o no. Hasta hoy no la hemos logrado sino que además hemos destruido lo conseguido en largos años y penosos esfuerzos.

La tecnología es a un tiempo elemento de progreso, pero también la nueva forma de conquista. Por eso el desperdicio del talento nacional significa la aceptación de nuestra situación de conquistados y de conquistables. El abandono del desarrollo de la ciencia y la tecnología es una de las mayores causas modernas de sometimiento y pérdida de soberanía.

Nuestro país se ha ido cancelando, matando por inanición, cerrando por decreto, degradando por descuido, ineficiencia, ignorancia, soberbia o por intereses discutibles, los escasos logros en investigación y desarrollo que un día fueron y nos permitieron una posición autónoma y el avance de nuestras capacidades de creación y crecimiento en áreas fundamentales para nuestra nación, de la misma que por falta de estímulos o de conocimiento se ha obstaculizado el florecimiento de nuevas acciones.

Independientemente de la opacidad de las cuentas, el indicador oficial de inversión en estos rubros, de 0.55 por ciento del PIB es suficientemente explícito en su insuficiencia, agravado por la situación precaria de la que partimos. Hay que recordar que desde la época del presidente Fox la ley ordena 1 por ciento del PIB para la ciencia y la tecnología.

Se ha ido estableciendo también sumisamente un entramado interminable de tratados, pactos, leyes, normas, reglamentos, especificaciones, procedimientos, etcétera, que han conseguido desplazar nuevas herramientas tecnológicas de sometimiento que han conseguido desplazar el talento nacional y a las empresas mexicanas a un plano secundario de participación en la satisfacción de nuestras propias necesidades, como  subordinados o subcontratistas o maquiladores de los grandes consorcios internacionales.

La dependencia científica y tecnológica que crece a la misma velocidad que el desarrollo de la tecnología, es asunto de natural que inclina las balanzas en favor de los grandes consorcios multinacionales dueños del dinero. Propicia la fuga de talentos y nos convierte en una nación que está subsidiando paradojas de la globalización, del desarrollo económico, científico, tecnológico, organizacional y cultural de los países que lo tienen todo.

En una ciudad enorme y singular como la nuestra, con grandes problemas de índole diversa y de gran complejidad, largamente desatendidos: salud, educación, carencia de agua, contaminación de recursos hídricos, vivienda, justicia espacial, ordenamiento territorial y urbanización caótica, movilidad atrofiada, contaminación del aire y del suelo, manejo de residuos sólidos, transporte público deficiente, conectividad insuficiente, entre otros; situada en una zona de alta sismicidad, proclive a desastres naturales que la hacen vulnerable, el apoyo al desarrollo científico y tecnológico es absolutamente vital.

Y en lo económico, en la brutal competencia global a la que nos enfrentamos, la supeditación a tecnologías y con ello a empresas y patentes externas, nos ubica en una posición de indefensión y de retroceso progresivo que no debemos aceptar.

Esta Constitución nos da la oportunidad de que en una ciudad que tiene la mayor concentración de investigadores en ciencias y tecnología, para corregir errores y omisiones que nos limitan y definir una posición de vanguardia para atender los problemas que a nosotros agobian. Por eso, ya se aceptó el punto uno que propuse, pero en el punto tres me permitiría agregar a las cuestiones que deberemos apoyar también la formación de técnicos y profesionales que para el mismo se requieran. La enseñanza de la ciencia y la tecnología desde la enseñanza básica y el apoyo a creadores e inventores.

Garantizar, igualmente, la preservación, el rescate y desarrollo de técnicas y prácticas tradicionales y originarias en la medicina y en la protección, restauración y buen uso de los recursos naturales y el cuidado del medio ambiente.

El Instituto de Planeación Democrática y Prospectiva elabora un programa de desarrollo científico y tecnológico a 20 años, revisable cada 3, que en el presupuesto de la Ciudad de México se consideró una partida específica para el desarrollo de la ciencia y la tecnología y que se estimule el establecimiento de empresas tecnológicas, así como la inversión en ciencia, tecnología e innovación en los sectores social y privado en la Ciudad de México.

2 comments

  1. José Francisco Albarrán Núñez dice:

    Totalmente de acuerdo.

  2. Felipe Rolando Menchaca dice:

    El sexenio 2006-2012 Marcelo Ebrard le dió un gran impulso al renglón de la Ciencia y la Tecnología. Se formularon e iniciaron importantes proyectos y eventos científicos y tecnológicos, a través del Instituto de Ciencia y Tecnología del DF (ICyTDF) creado por Ebrard, vinculados con ell IPN, el CINVESTAV, la UNAM, la UAM, la UACM, la Academia de Ingeniería, entre otras. Desafortunadamente, este sexenio de Mancera todo lo referente a la Ciencia y la Tecnología ha quedado en la total opacidad, René Drucker cerró las instalaciones del ICyTDF y se encerró en su Secretaría de Ciencia y Tecnología que ha quedado en total aislamiento; ya ni se sabe que exista, quedó totalmente desvinculada; ya no se sabe a que se dedica y si tiene presupuesto. Drucker se ha restringido a sus apariciones personales en la televisión, más como «showman» que como impulsor de la ciencia. Y si es expresidente de la Academia de Ciencias mexicana opera así ¿qué podemos esperar? Solo podemos lamentar y decir que cruzazuleó.

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