Autonomía de la UACM

Compañeras y compañeros constitucionalistas, al presentar ante ustedes una reserva para dar mayor claridad constitucional a la forma de organización, de operación y de gobierno de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, que deberá cumplir una función fundamental para el desarrollo de la ciudad en los próximos años, me permito ofrecer a su consideración las reflexiones siguientes.

Qué importante es, cuando estamos bosquejando en la Constitución, que la ciudad que queremos se consolide en el siglo XXI, en el siglo del conocimiento cuando no podemos permitir que se siga ampliando la brecha que nos separa de los países más avanzados del mundo, so pena de aceptar un destino de de penurias sin remedio, y sabiendo además que la única forma de lograrlo es la mejor preparación del individuo, garanticemos a la juventud de hoy y del futuro la posibilidad de la educación, y en particular de la educación superior con el acceso de los estudiantes a sus estudios superiores a todos quienes deseen lograrlo.

Es necesario señalar que si bien puede ser costosa la inversión necesaria para este propósito, también es cierto, y o se considera casi nunca, que es más alto el costo de la ignorancia y más grave aún el desperdicio del talento que no se cuida, que no se enriquece, que no se estimula; que se pierde en el desierto del desinterés, de la ignorancia o como dijo el diputado Muñoz Ledo, de la mezquindad.

La educación superior debe tener en nuestro proyecto de futuro la prioridad más alta. El no garantizar a quien desee estudiar lo haga, porque no hay cupo en las escuelas de educación superior o consideramos que no hay recursos suficientes, es una injusticia de la mayor gravedad.

Quien no quiera seguir su formación más allá de la enseñanza obligatoria, que no lo haga, pero quien desee seguirse formando, lo que enriquece en lo personal y enriquece a la sociedad en su conjunto, debe tener la oportunidad de hacerlo.

Tenemos en lo educativo un rezago de décadas, y el tratar de recuperarlo no permite distracción ni demora. Recordando el título de la gran obra de Prus, estamos obligados a ir de inmediato a la búsqueda del tiempo perdido.

De acuerdo con datos oficiales de la SEP de mayo de este año, la cobertura nacional de educación superior, o sea el porcentaje de jóvenes entre los 18 y 22 años inscritos en una escuela de enseñanza superior, es del 35.8 por ciento, cuando en los países desarrollados es del orden del 70 o el 80 más en algunos pocos.

Pero según el informe presentado, la cobertura en la ciudad de México en este renglón es de 89.9 por ciento. Superior incluso a muchos países ricos y poderosos. Había, según ninforma la SEP, 625 mil matriculados en la ciudad y esta tenía en esa fecha 690 mil jóvenes entre 18 y 22 años de edad.

He dicho en repetidas ocasiones, y lo dije rudamente ante la defensa del patrimonio energético de México ante la reforma, que las verdades a medias son mentiras dolosas, y que la forma más técnica de mentir son las estadísticas.

El mismo informe nos revela que el estado de México tenía en la misma fecha uno y medio millones de jóvenes en esas edades, y que la cobertura era del 28 por ciento, muy por debajo de la media nacional. Lo que sucede realmente es que un número importante de jóvenes del estado de México se desplaza diariamente a los centros de estudios superiores de la Ciudad de México.

La alta prioridad que debe tener la inversión en la educación superior para progresivamente cancelar el rechazo de estudiantes en ese renglón fundamental, debe significar también presupuestalmente una alta prioridad.

Hay que abrir los canales para contrarrestar los mensajes negativos que a diario recibe la juventud con los ejemplos de funcionarios corruptos, iletrados e incapaces; de uñas largas y pensamiento corto; improvisados confesos y confusos; insensibles a las necesidades de los que menos tienen; indiferentes ante su futuro; y que, como nuevos saltamontes, desprecian lo que nosotros hacemos y ven con admiración e incluso con actitud servil todo lo que viene de allende nuestras fronteras, confundidos por el ancestral síndrome de la Malinche; y que aseguran que no tenemos los conocimientos y la tecnología suficientes, y tenemos que recurrir a unos hombres blancos y barbados de allende el muro a que nos resuelvan nuestros problemas.

Demos a la enseñanza superior y a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México la prioridad más alta. Se propone, y esto platicado con diferentes personas y con el rector de la universidad autónoma, la siguiente redacción, que sustituye a la que tiene el dictamen:

“La Universidad Autónoma de la Ciudad de México es una institución pública de educación superior con personalidad jurídica y patrimonio propios. Imparte educación del más alto nivel académico. Tiene la facultad y responsabilidad de gobernarse a sí misma, de definir su estructura y las funciones académicas que le corresponden. Realiza funciones de docencia, investigación y difusión de la cultura, atendiendo a los principios contenidos en el artículo tercero de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y en su propia ley. Respetando las libertades de estudio, cátedra e investigación y promoviendo el libre examen y la discusión de las ideas. Tiene la función de determinar sus planes y programas de estudio, de fijar las condiciones de ingreso, promoción y permanencia de su personal académico, y de administrar su propio patrimonio.”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *