Los ciudadanos que habitamos la Ciudad de México, estamos convocados el próximo domingo 5 de junio de 2016 para ir a las urnas a elegir a 60 mexicanas y mexicanos que integrarán una Asamblea de 100, responsable de lograr la Primera Constitución de la nueva entidad federativa, recientemente aprobada por el Congreso de la Unión. Los otros 40 serán “designados”, de acuerdo con lo previsto en la norma aprobada, en una modalidad por demás antidemocrática, pero legal al fin, porque así acostumbran legislar quienes hoy acaparan el poder, por el Presidente de la República, el Jefe de Gobierno de la Ciudad y los legisladores.
Recibí de MORENA, la amable invitación de participar como candidato propietario, en su planilla integrada por militantes del mismo y un grupo considerable de ciudadanos que simpatizamos con sus posturas políticas y su compromiso social.
Mi aceptación a su invitación, que considero un honor, parte de la coincidencia de mis posiciones personales con la plataforma de MORENA, de mi cariño por mi ciudad, en la que nací y en la que he vivido por ya cerca de ocho décadas; por mi compromiso con sus habitantes, entre los que se encuentran mis hijos y mis nietos y por mis preocupaciones por detener el deterioro político, social, cultural, físico, en el que llevamos ya muchos años y que amenaza con continuar si no aplicamos remedios eficaces y duraderos.
Me motiva también el incorporarme a un grupo de candidatas y candidatos de reconocido prestigio profesional y moral, que integran la planilla, en la que tenemos la libertad de expresar nuestras opiniones sin cortapisa ni consignas.
Es decir, me incorporo para proponer, por una parte, planteamientos de avanzada, de vanguardia, para una Constitución moderna y ejemplar y por la otra para establecer diques contra las corrientes que aspiran a la preservación del poder para medrar y que han provocado el deterioro al que me refiero.
Acepté ser candidato por MORENA, para buscar espacios de libertad que queden consagrados en la Ley que nos rija: libertad de expresión, de manifestación, de credo, de preferencia sexual, de entretenimiento, política, cultural, social.
Acepté ser candidato por MORENA, para consolidar en la Constitución, derechos y garantías individuales y colectivas logrados en tiempos mejores que los que corren y que enfrentan el riesgo de su cancelación y para incorporar los que permitan una sociedad menos dispar e injusta. El derecho a la educación pública, gratuita y laica, a la alimentación, a la vivienda, a los servicios de salud, al medio ambiente sano, a la justicia, al agua, a la energía, a las comunicaciones, a la información, a la cultura, a la seguridad, en suma a la vida democrática, y a la probidad de los funcionarios.
Acepté ser candidato por MORENA, para establecer normas rígidas de transparencia y rendición de cuentas, sin interpretaciones políticas discrecionales, sin simulaciones ni excluyentes.
Acepté ser candidato por MORENA, para establecer mecanismos de participación ciudadana, desde la consulta popular hasta la revocación del mandato. Para garantizar en la Constitución de la Ciudad de México, la subordinación del poder público y de los políticos, al poder ciudadano.
Acepté ser candidato por MORENA, también e importantemente, para colaborar a evitar que la Constitución de la Ciudad de México sea una Ley tramposa, manipulable, discrecional y por tanto injusta y nociva, como sucedió con las leyes y reglamentos que nos impusieron para establecer las “reformas estructurales” de las que se vanagloria el Gobierno.
Estoy convencido de que mucho se puede hacer, si los habitantes de esta ciudad participan votando, previo un análisis severo de las personas en las que depositarán su confianza y proponiendo a través de los medios que crean convenientes y a su alcance, lo que estiman pertinente para buscar el bienestar de quienes viven y de quienes visitan una ciudad que debiera ser atractiva en todos los ordenes.
Hace algunos años, llamaba a nuestra Ciudad, entonces menos contaminada, menos compleja, menos conflictiva : “ciudad síntesis; ciudad protagónica y testigo; ciudad universal y provinciana; apasionante, secreta y extrovertida; ciudad múltiple y singular, formada y conformada durante siglos por culturas y civilizaciones contrastantes, interrumpidas y amalgamadas por hechos trascendentes, por movimientos sociales fundamentales, por sitios y monumentos irrepetibles; por códices y crónicas y documentos incunables; por momentos transformados en eternidad; por varios mundos: precortesiano, virreinal e independiente, superpuestos en uno sólo.
Ciudad eterna y joven; ciudad para gozar mundo y soledad; ciudad única, plena, extraordinaria. Ciudad conquistadora y conquistada; ciudad de profecía; ciudad con huella y con destino”.
Ciudad, digo hoy, mía y de todos -los de ayer, los de hoy, los de mañana-, que no puede ser abandonada al capricho de los tiempos y los intereses políticos.
¡Salvémosla con una Constitución digna de su alcurnia, de su historia y de su gente!
Abril 19 de 2016
Deja una respuesta