“Protesto cumplir y hacer cumplir la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanan… y si no lo hiciere así, que la Nación me lo demande.” Con esas palabras se inicia la gestión de los presidentes de la República Mexicana, aunque su elección se haya dado haiga sido como haiga sido.
Sin embargo, estas palabras se han vuelto cada vez más un ritual hueco y sin sentido y cada vez menos un compromiso cabal ante el pueblo, sin que éste, en una especie de martirologio inexorable, tenga otra reacción más allá del qué podemos hacer o el ya ni modo que tantas limitantes han significado para nuestro desarrollo como nación independiente y soberana, para nuestro crecimiento ciudadano.